Ópalo, en latín opalus. Antiguamente, el ópalo era considerado ciertamente preciosísimo, tal vez a causa de los rayos coloreados que lo caracterizan; fue la piedras que Marco Antonio ofreció en prenda de su amor a Cleopatra.
Los intensos colores que aparecen en el ópalo son el resultado de la difracción de la luz sobre diminutas esferas de sílice densamente agrupadas dentro de la piedra.
Es por eso que los colores cambian cuando el ópalo se mira desde distintas direcciones. Esta interferencia en la luz se llama "juego de colores".
Al ópalo se le han atribuido varias cualidades a través de los tiempos, desde traer la desgracia a su portador, hasta propiedades terapéuticas para las enfermedades de la vista.
Sean o no ciertas estas creencias lo que sí es cierto es esto; el ópalo puede ser fácil de dañar y difícil de trabajar, pero resulta imposible no sentirse atraído por la intensidad de sus colores puros.
Los joyeros del Art Nouveau, usaron el ópalo, su juego de colores combinaba con el sello trabajo del lacado.
Un ópalo es todo lo que no es un diamante y aún así juntos son una combinación ganadora.
El brillo y fuego de pequeños diamantes completa el más sutil juego de colores del cabujón del ópalo.
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